El origen del hombre
La biforme naturaleza del ser del hombre - material e inmaterial- está determinada por el mismo modo en que fue creado. Está escrito: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz- es decir, en su rostro- aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7). Así que la parte material del hombre fue formada, en toda su integridad, del polvo de la tierra. Sólo le faltaba algo que Dios le daría, que era la vida. Ese soplo de Dios era el alma racional con lo cual el hombre llegó a ser tan completamente diferente de las otras formas de vida que hay en el mundo.
La palabra de Dios declara que Dios formó el cuerpo del hombre del polvo de la tierra. Químicamente, esto es cierto. Una autoridad científica afirma que en el cuerpo humano están representados 16 elementos de la tierra.
Las escrituras enseñan con claridad que el hombre, aunque es una unidad, se compone de dos partes separables. Aunque la parte inmaterial reside en el cuerpo, lo único que el hombre experimenta es el sentido de la unidad. En la muerte, estos dos elementos se separan por un tiempo, para volverse a reunir en el tiempo y del modo que Dios ha determinado. De este modo queda demostrado que las dos partes son separables.
La parte material del hombre
El futuro del cuerpo humano:
Aunque a menudo no se tiene en cuenta esta verdad, la Palabra de Dios declara que tanto los salvos como los impíos se levantarán de entre los muertos. (Jn. 5:26-29; Dn. 12:2; Ap. 20:12; 1 Co. 15:22-26; 1 Co. 15:51-53; Hch 24:15).
¿Cómo han de resucitar los muertos? ¿Con que clase de cuerpo resucitarán? (1 Co. 15:35-44).
Declarando la Escritura el hecho de que hay variedad en los cuerpos de las criaturas, y habiendo dicho que la resurrección del cuerpo tiene relación con el cuerpo actual, así como la cosecha se relaciona con la semilla, el Apóstol afirma que el cuerpo actual “se siembra”. Estas son sus palabras: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” (1 Co. 15:42-44). En este pasaje se demuestra el alcance del cambio por el cual ha de pasar el cuerpo del creyente en Cristo que haya experimentado la muerte.
Habrá cuatro poderosas transformaciones:
-de la corrupción a la incorrupción;
-de la deshonra en gloria;
-de la debilidad en poder;
-del cuerpo animal, es decir, aquello que se adapta al alma, al cuerpo espiritual, esto es, aquello que se adapta al espíritu.
En la Biblia se declara que algunos permanecerán vivos hasta el momento cuando Cristo venga por su Iglesia pero no entrarán en el cielo con las limitaciones del cuerpo que tengan aquí en la tierra. El cuerpo de ellos serán transformados; y eso sucederá “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”.
(1 Co. 15:51,52; 1 Ts. 4:15-17; 1 Co. 15:50).