La naturaleza pecaminosa transmitida
Como todo efecto tiene su causa, hay una causa o razón que explica el hecho de que el pecado personal es universal. Esa causa es la naturaleza, que algunas veces se la denomina naturaleza adámica, o pecado innato, o pecado original, o el viejo hombre. Cualquiera que sea el término, se refiere a la realidad que se originó en Adán y que ha sido transmitida desde Adán a toda la posteridad.
El efecto del primer pecado sobre el Adán que no había caído fue una degradación: una conversión a la inversa. Como resultado inmediato de ese primer pecado, Adán llegó a ser completamente diferente del hombre que Dios había creado, para el cual la reproducción de todo ser viviente debía ser “según su especie”.
Al tratar de analizar más específicamente lo que es la naturaleza de pecado, se debe recordar que es una perversión de la creación original de Dios y, en ese sentido, es algo anormal. Todas las facultades del hombre sufrieron por la caída y por la inhabilidad del hombre para hacer el bien. Y de esa confusión interna surge la extraña predisposición hacia el mal.
El Dr. Shedd escribe ampliamente sobre el daño que el pecado original le causó al hombre y sobre las características peculiares de la naturaleza de pecado. Suyas son las siguientes palabras:
El pecado original, visto como una corrupción natural:
a) Es ceguera del entendimiento (Lc. 4:18; Is. 42:7; Ap. 3:17; 2 Co. 4:4,6; Ef. 5:14; 1 Ts. 5:5).
b) Otro efecto del pecado original es la insensibilidad. El pecado no extingue la conciencia, sino que la insensibiliza (1 Tim. 4:2).
c) La corrupción de la conciencia es otro de los efectos del pecado original ( Tit. 1:15; Ro. 1:21). La corrupción de la conciencia se puede apreciar también en el remordimiento. Esta facultad acusadora queda manchada por causa de la culpa. Y así deja de ser la “buena conciencia” de la cual se habla en Hebreos 13:18; 1 Pedro 3:16; 1 Timoteo 1:5, 19; Hechos 23:1; o la “limpia conciencia” (1 Ti. 3:9). Se convierte, entonces, en una mala conciencia: una conciencia que necesita la limpieza de la sangre expiatoria que la limpie “de obras muertas” (He. 9:14).
d) Si consideramos el pecado original en relación con la voluntad, el pecado es:
Enemistad: Ro. 8:6; Stg. 4:4; Dt. 1:26; Job. 34:27.
Odio: Ro. 1:29; Sal. 89:23; Ex. 20:5; Jn. 7:6.
Dureza de corazón o insensibilidad: Ex. 7:14; 2 R. 17:14; Job. 9:4; Is. 63:17.
Aversión: Jn. 5:40; Ap. 2:21.
Rebeldía: Dt. 31:27; Ex. 32:9; Sal. 75:5; Hch. 7:51.
Esclavitud: Jer. 13:23; Mr. 3:23; Jn. 6:43; Ro. 5:6.
Al hombre no regenerado se le llama en la Biblia el hombre natural; ciertamente, él no es natural en el sentido de que se acomoda a las inclinaciones de su alma, sino que está pervertido en todos sus caminos, es fiel a las condiciones que siempre ha tenido la raza caída. Algunos pasajes ilustrativos que nos servirán para representar el testimonio bíblico son:
(Gn. 8:21; Ro. 3:9-19; Sal. 51:5; Jer. 17:5,9; Jn. 3:6; Rom. 1:18, 8:13; 1 Co. 7:14; Ef. 2:3; Gal. 5:17-21)
LA UNIVERSALIDAD DEL PECADO
La Biblia enseña que todos los miembros de la raza humana, con excepción de Uno, han sido y son pecadores por la práctica. Cualquier observación, por simple que sea, comprueba esta verdad. Richard Watson cita cinco pruebas sorprendentes sobre la universalidad del pecado humano.
1.- En todas las edades, la maldad en grande y en general ha prevalecido entre las grandes masas de hombres que llamamos naciones.
2.- El segundo hecho que debe explicarse es la fuerza de la tendencia a la maldad que hemos visto en general.
3.- El tercer hecho es que las semillas de los vicios que existen en la sociedad pueden descubrirse en los niños, en su temprana edad: egoísmo, envidia, orgullo, resentimiento, engaño, mentira y a menudo, crueldad; y es tan cierto el caso, y tan explícitamente reconocido por todos, que al principal objetivo de la rama moral de la educación es el de aplicar correctivos, tanto mediante la coerción como mediante la orientación que se les da a los niños: permitiendo que manifiesten sus facultades, sus desviaciones y todas sus tendencias.
4.- El cuarto hecho es que cada hombre es consciente de su tendencia natural hacia muchos males.
5.- El quinto hecho es que, aun después de sentir un serio deseo y de haberse propuesto los hombres la renuncia a todos estos asuntos “para vivir templada, justa y píamente”, como le corresponde a la criatura glorificar a Dios, y en su lucha hasta la eternidad, le hacen resistencia fuerte y constante las pasiones, los apetitos y las inclinaciones del corazón, a cada paso y en todo intento”.
La experiencia del pecado personal está estrechamente relacionada con el hecho de la naturaleza de pecado, de tal modo que cualquier discusión sobre la una envuelve también a la otra. Los hombres han buscado la manera de modificar las enseñanzas de la Biblia con respecto a la perversidad del pecado, y han negado la doctrina de la naturaleza de pecado; pero nadie, comenzando por los primitivos filósofos paganos y siguiendo hasta los grandes dirigentes del pensamiento moderno, ha podido negar la universalidad del pecado.