Negarse a sí mismo
"Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste le salvará" (Lucas 9:23-24)
Jesús atraía a grandes multitudes en las que había todo tipo de personas. En el centro estaban los doce, los escogidos que lo habían dejado todo para seguirle, a quienes más tarde se les conoció como los apóstoles. Pero había muchos otros discípulos. La palabra "discípulo" significa estudiante y había personas en la multitud en todos los niveles de aprendizaje recibiendo enseñanzas de Jesús. Había personas que estaban simplemente por curiosidad y las que buscaban emociones, para quienes Jesús era como el circo que llega al pueblo. Solo querían ver milagros.
También entre la multitud había fariseos y otros guías religiosos que estaban allí solo para tratar de atrapar a Jesús diciendo algo incorrecto de modo que pudieran deshacerse de Él.
Lucas nos dice que Jesús les habló a todos ellos. De esa mezcla de personas estaba buscando a quienes de veras se consagrarían a Él. Como hacen los predicadores hoy, Jesús hizo una invitación a la multitud, aunque pudiera no sonar como las invitaciones que hemos oído. Él dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame". Si quieres ser un verdadero discípulo, tendrás que pagar el supremo precio de seguirme. A fin de ganar tu vida, debes perderla. Si no estás dispuesto a hacer eso, al final la perderás en la condenación eterna.
Vivimos en una época en que el evangelio se ha convertido en algo tan fácil que temo que haya dejado de ser evangelio. Muchas veces la invitación que hacemos no es una invitación legítima a seguir a Cristo. Es lo que llamo: "Credulidad fácil". A menudo se oye una invitación a aceptar a Cristo, que implica que lo único que hay que hacer es creer intelectualmente o decir algunas palabras o caminar por el pasillo hasta el frente, sin tener que cambiar nada en cuanto a su vida. Rara vez oímos una declaración firme de que para aceptar a Cristo hay que negarse a sí mismo y renunciar a cualquier reclamo de la propia vida.
Pero eso es lo que dice Jesús: Debe negarse a sí mismo. Llegar a ser un cristiano es el final suyo tal y como se ha conocido hasta ahora. Es el fin de sus esperanzas, de sus sueños y de sus objetivos. Es una decisión de entregarse a la muerte, no por suicidio sino al apartarse de su antiguo yo y encontrar una nueva identidad en Cristo.
Jesús incluso dijo que, para seguirlo, usted debe aborrecer su propia vida (Lc. 14:26). Cuando Martín Lutero comenzó la Reforma Protestante en 1517, al clavar las noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, Alemania, la cuarta tesis decía que, si uno iba a seguir a Cristo, debía aborrecerse a sí mismo. Eso nos parece muy extraño hoy. La mayoría de las presentaciones del evangelio hoy son acerca de la realización de uno mismo en vez de sobre la negación de uno mismo. Pero Jesucristo es muy claro en lo que busca. Negar a alguien no querer relacionarse con esa persona, como Pedro más tarde negó a Jesús y dijo no estar relacionado con Él. Cuando usted se entrega a Cristo, lo hace porque se niega a relacionarse con su antiguo yo. Se aborrece a sí mismo y renuncia voluntariamente a esa vida vacía.
La entrega a Cristo implica tomar su cruz cada día. ¿Qué significa eso? no quiere decir llevar las pesadas preocupaciones de la vida. La cruz significaba una sola cosa en la época de Jesús. Significaba una muerte penosa y dolorosa. Jesús estaba diciendo: "Si quieres seguirme, este es tu final; no simplemente de tus esperanzas y sueños, sino que pudiera ser de tu vida física. Pero aun cuando literalmente pierdas tu vida por mi causa, valdrá la pena el precio a pagar, ya que ganarás tu vida para siempre, por la eternidad". ¿Es esa la invitación a la que respondió cuando se aceptó a Cristo? ¿Es esa la manera en que sigue a Jesucristo?
Tomado de "El corazón de la Biblia", página 107 y 109