¿Enseña la Biblia que hay purgatorio?
Algunas tradiciones cristianas enseñan que los que profesan esta fe y mueren en comunión con la iglesia, pero sin haber llegado a un estado de perfección, van a un lugar intermedio que no es ni el cielo ni el infierno, conocido como purgatorio. Según esta creencia, los adultos que no fueron bautizados y los que cometieron pecados mortales van al Hades o infierno. Sólo unas pocas personas perfeccionadas (los santos) van directamente al cielo.
Los defensores del purgatorio enseñan que será un periodo de sufrimiento en un sitio determinado, similar al lago de fuego, pero no tan severo y solo temporario. La cantidad de tiempo que se pasa allí depende del grado de purificación necesario, conforme al pecado de la persona. El papa Gregorio I enseñaba que el bautismo absuelve del pecado original, pero que debemos pagar por los pecados que cometemos. Esta depuración prepara el alma para ir al cielo.
La doctrina del purgatorio ¿acaso tiene fundamento bíblico? por lo general, los que sostienen esta creencia defienden su posición citando 2 Macabeos 12:39-45 (un pasaje de los libros apócrifos: la colección de escritos que los protestantes no aceptan como parte de la Biblia). Sin embargo, este texto no menciona el purgatorio, y aunque lo hiciera, los que no aceptan la autoridad de los escritos apócrifos descartarían el concepto. El otro pasaje que suele citarse es 1 Co. 3:10-15, el cual concluye con la frase: "será salvo, aunque así como por fuego". No obstante, aquí tampoco aparece nada que indique que, después de la muerte, los individuos pasarán un tiempo en un lugar para purgar los pecados que cometieron en esta vida.
Hay dos aspectos en que la doctrina del purgatorio no supera la prueba bíblica: la interpretación directa de los pasajes citados en forma específica y la enseñanza completa de las Escrituras. Ninguno de los textos que en general se citan menciona el nombre purgatorio ni se refiere a dicho concepto. Más aun, esta doctrina niega una de las enseñanzas básicas del Nuevo Testamento: que la muerte de Jesús en la cruz expió todos nuestros pecados, no sólo la naturaleza pecaminosa (Ro. 3:21-26; 2 Co. 5:21). Como resultado de esa expiación, aunque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, quienes hayan colocado su fe en Él nunca serán condenados (Ro. 5:1; 8:1; 2 Co. 5:10)
Biblia Apologética, Editorial Holman, p. 1402.