Lo secular y lo espiritual
Muchos creyentes han caído en la falsa dicotomía que inventa una distinción entre lo secular y lo religioso. La creencia es que lo secular apunta a áreas de la vida que no están bajo la soberanía de Dios, o que son malas o sospechosas, o que dichas áreas son neutrales o no religiosas. Esto produce una dicotomía que trastorna nuestra visión de la vida.
Una cosmovisión cristiana viene a rectificar la idea de que para servir al Señor mi actividad debe estar conectada con alguna tarea propia de la iglesia. El relato de la creación nos ha demostrado que Dios se relacionó con el ser humano mucho antes de que apareciera la iglesia, y el mandato cultural es anterior a ella. El mandato cultural es tanto una orden que el ser humano debe obedecer como un impulso natural que recibió al ser creado (Génesis 2:15, Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase). De manera que, cuando un ser humano se entrega a la labor educativa, al arte, los negocios, la política, etc. está sirviendo a Dios y respondiendo a su vocación. Es Dios quien pone al ser humano en este mundo con la tarea de señorear sobre él, con la tarea de cultivar y cuidar del huerto.
Por tanto, para que una actividad sea un servicio a Dios no necesita estar bajo la tutela de la iglesia.
Pero algunos cristianos han aprendido a ver la vida en forma de dos compartimentos: el mundo y la iglesia. Entonces la gente piensa que uno trabaja, por ejemplo, como corredor de propiedades y además sirve al Señor como anciano de la iglesia. Otro trabaja como dentista y además sirve al Señor cantando en el coro de la iglesia. De esta manera se pierde de vista que si el mandato cultural ha sido dado por Dios, la odontología es una forma de servir al Señor. En contraste con la forma bíblica ver la vida, la dicotomía evangélica ha introducido conceptos ajenos a la cosmovisión bíblica.
Muchos creen que sólo aquello que se conecta directamente con la iglesia es espiritual y agradable al Señor. Las cosas espirituales son, entonces, el ministerio pastoral, el estudio de la Biblia, la evangelización, el cantar en el coro. Pero si una persona trabaja como abogado o tiene una panadería, su trabajo no es una ocupación al servicio de Dios. Como dice John Stott: "con frecuencia damos la impresión de que si un joven cristiano es realmente consagrado a Cristo, de seguro que llegará a ser un misionero. Si no es tan consagrado, se quedará en su país y será pastor; si carece de la consagración para ser pastor, sin duda que será doctor o maestro, pero los que terminan en alguna labor social o en los medios de comunicación o (lo que es peor) en la política, están muy cerca de la apostasía" (John Stott, Christian Mission in the Modern Word (Downers Grove: IVP,1975), p. 31).
Por el contrario, hay que decir enfáticamente que la actividad cultural responde al mandato de Dios. La repostería, la electrónica, la jardinería, el deporte, el arte, la salud, la educación, la industria, etc. son todas actividades que en sí mismas son un servicio a Dios, porque en todas esas empresas el ser humano responde a la vocación de Dios de cultivar y cuidar del huerto, de sojuzgar y señorear sobre la tierra. Cuando un albañil construye una casa, la actividad misma de pegar los ladrillos y levantar las murallas es una respuesta a la vocación de Dios. Cuando ese albañil se convierte a Cristo, su fe no debería relegar su profesión al plano de lo mundano o secular, como si no fuera una actividad espiritual en respuesta a la vocación divina. Más bien su fe debería reorientar su profesión a fin de cumplir con dicha vocación en una forma que glorifique a Dios.
El hecho de cultivar o desarrollar la vocación es en sí un servicio a Dios. Mi fe me debería capacitar para hacer un aporte cultural a la sociedad.
Por medio del cultivo de mi profesión, cualquiera que esta sea, mi fe debería habilitarme para traer justicia y bienestar a un mundo caído. La tarea pastoral no es más espiritual que la labor de ser jefe de mantención de una fábrica. Una vigilia de oración no es más espiritual que una marcha de protesta organizada por un servidor social cristiano en favor de los oprimidos. Cada uno, en el lugar que Dios lo ha llamado a cultivar y cuidar el huerto debe de servir a Dios. Convertir al mundo para Cristo no significa convertirlos a todos en religiosos alienados de la sociedad; y ser cristiano no quiere decir evadirme de los problemas de la sociedad para refugiarme en un supuesto mundo espiritual. Parte de lo que es ser cristiano va por el camino de preguntarse cómo cultivo mi vocación, cómo desarrollo mis capacidades, cómo hago un aporte cristiano a la sociedad, cómo puedo desarrollar una perspectiva cristiana de justicia y amor dentro de la vocación en la que me ha tocado servir al Señor. Es la fe la que debe impulsarnos a esto, es la doctrina cristiana, el evangelio lo que debe guiar e inspirar nuestro cultivo del huerto.
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Prefacio al libro "La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos", escrito por John Stott, Libros Desafío, 1999.
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